lunes, 14 de noviembre de 2011

8 Algo de esperanza: El Statu Quo

                
                   





8

Algo de esperanza

El Statu Quo





Para tus cabellos, el arduo azabache,

(también podría importar un pullover sin senos)
argumentos en zarcillos y de oro, hasta que acabes
múltiple, o serena, y de tu tristeza, el lapislázuli.
(o esas toallitas en días de cabeza con dolor):
Por eso: Para tus delicias: filitas blancas
O tal vez mejor, una concreta capa de laca,
un pañuelo de algodón.
Y si preguntas por qué ay: sábelo: es que no fui tu padre.

Sólo el desierto existe anfiteatros
esculpidos que contengan tu equilibrio
desequilibrado. Privados donde los dioses
cometen su jolgorio. Todo lo rebasas cuando detenido
como cien años,
no ciertamente todo todo, sólo lo rebasable
cuando en brusco retroceso
ya la medida no abarca, y desarma como tu sonrisa
como ese tren que te arroya, ese arsénico que redime.

Por ti los dioses construyeron Nazca.
No pequeño logro, ¿verdad,
más aún: cuando seguro que no existen, del lado
de acá de la ceniza
del lado acá de las palabras.

Dónde, cautiva,         si no a la estancia
colores minerales,     a la cama, olores sabios,
dolores olvidados,    , dónde?
esas palabras             producen el desastre en anticipo
al destierro? detrás del rellano? en las arenas?
aquellos lugares donde cometen fechorías
al amor y desquiciados o torturas crecerán sin límites
y el sudor secará las alegancias mas no el destino transparente,
esas locuras como sapiencias de la especie
su confort quedará tan fácil / tan al predecir orgasmos,
al aventurar las sombras en los pasillos
o maremotos / y residual, y cansado: como si la destrucción
fuera el objetivo.

La roca de alabastro          algo que hacer
el polvo de olivillo            matando el tiempo
sus mutuos desolados                pisando las arenas movedizas
rocas de cuarzo (   ) sostenes del deseo y fijaciones
túneles de ciegos, registros en los armarios
en los bancos de ese parque
volverán la vida que prolonga, lo más cierto
el surco que contiene la zozobra,
ese ir y venir de los reservados al íntimo privado que concreta
no más pero tampoco menos
por no tomar precauciones
por pura insistencia / en el desfase
así la historia repita el fuego y la congoja.

Nuestros encuentros, / en pedir aquello sugerido, /
no hay dolor, ni en dar lo que el destino exige.
En darse está la zozobra. La manera de atrapar.
Escurrir los avatares o más ambiguos ventisqueros del asunto y doblegados
como trama siniestra, como cerrado por dentro
a machote en lo sutil de lo posible
las quedas del tiempo, domésticas costumbres bajo
la misma colcha y mismas esperas.

Tiempo de vocales    y cuidos
pulir asperezas,         llamado de trocas
monotonías               horizontes en vela.
Aquellas notas a la rápida, esas necesarias
como preámbulo y desbarranque

Afinar el paso,          insistir mientras puedan,
conocer                     que lo demás son deberes,
penosos y deberes,    y solo perpetúa quien reparte
un tiempo para el olvido y las penurias.
Como ay,                  asímismo.
Que el sueño sea el barniz y adentro
la angustia, la destrucción, lo absurdo
de lo real regidos por serios payasos que acaparan
lo trágico y llenan los campos: de concentraciones
y de ayes.

Sueños de ocaso detenido
encuentros alargantes como el norte
noche de relámpagos y de manos o de lenguas y destinos.
Continuaremos encontrándonos y desencontrándonos
permaneciendo y anulándonos
como esa forma de las nubes y la tormenta y la calma
y así, húmedos o secos, hasta desaparecer.

El desierto. La pampa, tantas veces dos
tanta oficina. Trata el entorno o al menos esa parte
de él, la más histórica o irían juntos al Local
a la cama, a las acogedoras arenas afuera de la carpa

¿Me ayudas a redactar el informe?
No
Esta noche estoy comprometida
ah      y mañana?
Tampoco.





      

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