V
Getsemaní
16
En el ara
Intermendio I: cuando el curso aún no afirma del todo
su delirio pero se sabe el derrotero
su delirio pero se sabe el derrotero
Incierta promesa de dorados inconclusos
como esas frutas en otoño
/ esos también
de los espacios en trance: de sudor y sangre
marcados para angustias
dudas cuando entrando
en la agonía.
Huertos de
espinos a destiempo o esperanzas hace
tiempo ajadas / tejidas
zarzas de coronas,
una frustración
de las hipérbolas,
o cantasen la
cordura de tu amor a los hombres.
Ya figuran esa cama del alambre.
Tejidos
estrategas de estado y dominio.
Esa quietud
tensa en las afueras.
Mayores
conectados a la mano.
Como golpes destacados
en la noche.
Dínamo que el
Capitán dirige a la hora de los postres.
O también
ocurriese en la España: tinieblas,
locuras, destiempos,
pero la primilla nada sabe
siguiendo su
diestra sabiduría
o responde
evasivas sobre el historial de su título.
Ya presientes la jauría, la amaestrada marcha,
ya los nuevos
coroneles
ya desatan su estiércol
renovado,
ya su desenlace
presto, su amor como daga.
El altar
inquisitorio
porque han dicho
que tus níveas
tus níveas sienes
demoradas
tus sienes de
aroma y renovados:
intrinsicidades
perversas ya le dicen
desatinos y
locuras
necesitan aplacar
en tu cuerpo
tu cuerpo de
virgen / de futuro
sus demonios
pavorosos.
Ya el sudor ocre, bien parida mal desnuda
cae en las
mejillas, los campos desolados, en el aroma
avizoras tu
extenso puro / machacado / tu incierto
la corriente que
atraviesa
ya contrae.
Ya el Augusto se ha dormido, y sueña
la mano clama la amnistía de incontritos
porque nunca ha
pasado nada
ni tú fuiste
inmolada
ni en el ara ni en
la espiga
ni jamás, tú, la
más sagrada de las promesas
existieses,
salvo las ventajas que acumulan
porque tu hijo
ya otra vez
ya colgada la
calavera
ya las risas, ya
las sombras,
ya las hojas que
se mueven como ahítas.
Los corvos de
juguete,
los tanques de
chocolate,
las mesas de
convicción sus plomos
estratégicos despliegues:
Las nuevas dinastías,
las derraman sangre
sobre valles
ya Moloch nuevamente
nos vomita.
Ya gritas que aparten de ti ese cáliz.
Y penetra en tu virginal, desollado y triste
el miedo del
General Delegado
tampoco sabe
nada
hurgando tus
entrañas de esperanza malparida
ya la sangre destapa
a noticias
como en sueños, como
en borracheras,
desde los
desiertos calcinados en la cruz de tu once,
la historia
velada y esparcida
altavoces, para
que tiemblen,
para que hasta
los glaciales estupefactos
al tamaño de tus
once dolores.
Ya está tu cuerpo predispuesta
desnudo esplendecente
desgajado
como trapo
estercolero
níveo y oscuro,
y de rojo
cruzado sobre el
ara ante los nuevos salvadores y jaurías.
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