VII
Pero
no el descanso
Cuando
exilios y migraciones
21
EL ÁNGEL DEL DESTIERRO
Introito a la ofrenda
Albricias, cuál fue nuestro pecado?
Juró tu lumbre /
tu consuelo, tus ramas de acogida,
la trampa en silencio:
Estás incierta a su llamado?
Ya casi, ya casi los ciruelos / habían, sus rosados,
llovido:
la cercanía más lenta hace la llegada /
del momento la dicha, algo, alguien, quen la noche
puedan recordar: como el crepitar / esos recuerdos,
esos aromas: ya ni lo pienses.
Aquellos que
juraron defender, como lumbres la mesura
eso acogedor que
hermana y tranquilos
nobles diestros,
certidumbres de recuerdo que agosta,
han traicionado
y sonríen: Y el
viento llena de volantines y miradas
los sueños: / y no
ocurre ningunas frases sueltas que tengan
que ver con el
asunto.
Ya prejuzgan,
del tiempo, el horror
como honra en
sus miserias:
Viven la gloria
que le espanta.
Se quebraron los
jarrones / mas la glicina,
la flor de la
pluma que le dicen, sigue aromando los recuerdos.
Los muslos están
contenidos: no aparecen los atractantes
brillos y
cálidos
de tardes en la
colina. Entonces,
por qué juras el
trapo que llevas si plumas
de niña haránte
olvidar el viejo rito,
intentar un nuevo
desconcierto?
Viene, ¿quieres
verla? Porque alguien siempre
viene o va en
tiempos de dudas a resolver de la ceniza
su destiempo:
Aquí, a Sussex.
Donde la sabiduría técnica aconcha
los recuerdos,
donde un suave lomaje
verde cortado de
árboles descansa la mirada.
Te vieron pura,
estrella recién desde la nube,
y tu nudez
comercian y acaparan y sellan
como
lánguidas
meretrices violetas en la noche:
las sombras
cambiaban de lugar a la luz de la Luna:
Guardias y
mercaderes unidos al tesoro avergonzado
o boina que se
oculta / toda una vida en espera /
y viajecitos a
Regents Park en el inicio
y final: / del
mercadeo, como enjundia del chanchito retozón
y baqueano: las
sombras actuaban a la luz del día.
Yaaaaa, no
interrumpas, quieres?
Así / como imprecisiones
de la historia apégate
a la verdura
como término de abalorios
un collar a
destiempo, una promesa quebrada.
Ok.
Qué bellos
desfilan / qué dudas por Ejército si posible fuera
la infancia de ingenuos
y balcones,
¿verdad que
bellos y hasta gallardos?
Y tú qué opinas:
¿valientes como en defensa
de centímetros
cuadrados?
Más adelante
curvan la invención de los círculos:
otra vez ese
intento de acaparar el destino:
Se acabaron para
siempre esa tardes marciales
ya no más
familias reunidas
Se acabó ese
orgullo /
ya no más
recuerdos de infancia que alienten la cordura
Se acabó el
engaño /
Venid a ver la
destrucción de los recuerdos.
Continuarán
refulgiendo?
como resonancia
maligna?
Esos oprobios
contaminan las palabras: hasta la sintaxis
queda infamada
murmuran
los acentos del
destino porque ya la desazón los conmueve,
y mantienen y
perseveran y regocijan
para las calendas esos
espinos en actitud de herméticas conservas
o simpáticas las
marcas entramadas del destino
o cachas, ya
no signan salvo puñales o abismos
sin brújula ni
fiestas permanecen infamados los oprobios.
Ya ni parques
por desojar: La Luna carece de atractivos:
Y Don Nica, qué
dice su alada sabiduría.
Ahí está en
orgullo de prudencia.
Guardianes del
fuego, y los mirages
Miradas de tus
martes marciales,
(La Luna cubre
con escarcha y sube al caño
encendida en
medio del proscenio: concentra las envidias)
cometen despojos
y sonríen, / hoy
figurando la
normalía desatada y trucha.
Ya los ciruelos
se llenan de rosado y tú no puedes verlos.
Te hicieron
tímida, cierva que abandona la espesura,
ya infancia
dieron caza ya la clausuran como a sombra de sosiego.
A cada cual le
falta su Loba, su razón para vivir aún si la duda:
esa que llega
rauda y permanece a pesar de los celajes:
Lanzas prometieron y echan dados por tu encuentro.
Una débil y
dolorosa moneda
cambiada por
otras y de plata en la penumbra del final
la era cuando
aún los susurros, las tinieblas
Vieron
frágil,
virgen núbil, con olfato y llagas
porque nacen y
mueren: ay
y gozaron tu
cristal y sonríen:
nadie escapa a
esa ley a pesar de los olvidos y sonrisas.
Los ciruelos cortados
y dados a termitas.
¿Qué es más
fácil, quebrar una copa de jacintos
o un ligamento
de cristal?
Ah, ya sabemos: secreta
escudilla de barro, y sonríen.
La prostituta en
la piedra sagrada alegra los velos:
El Templo ha
reabierto a su comercio.
No es cosa de
llenarse de glicinas o enviar
el aroma a
domicilio.
Se reparten un
vaso de alabastro, y sonríen.
Sientes que la
noche y sientes que las huellas
y ya no sientes.
Los mercaderes
con palmas:
El tintineo en
los bolsillos:
Tan como en el
Jardín de las Delicias
rasgados de alto
abajo el detalle en lo que importa:
Se comercian un
vaso de alabastro.
Así la duda más
certera habrá sus compuertas
la noche
contenga sus crisálidas
el crepitar sea
un recuerdo preciado:
El Templo ha mercadeado su prestigio.
Miles de
ciruelos en flor, en filas, esperan por el horno.
Los estandartes
del humo sobre El Templo: cuando
el horizonte
teñía de rosado
La Guardia
Pretoriana le toma por casa de su gozo
aún las sombras
no más que dejos de rosado
Se despojan: y
un vaso, y de alabastro y de rosado pálido.
Y sonríen, / y perpetuan / y sonríen
Ay momentos para decidir y ay momentos para precisar
y ay momentos cuando la locura apodera y desata
en el jardín de los paqueret y los clarines
constante muecan: hasta los matices travestidos.
Los paqueret son importantes: entre ellos y el muro
se producen espacios sagrados.
No has trocado ni una sombra: ¿Has apurado ya tu vaso?
Miles de
ciruelos en flor, en filas, esperan por termitas.
Entonces, por
qué le abandonaste?
¿Por qué olvidaste
la piedad?
¿Por qué los
jeanes y le dejas?
Esos ojos difuntos
y con brillo seguirán hablando con las sombras:
Ya no habrá
volantines en septiembre
y cuando esparzan
la nueva simiente
subirán tristes
por el aire del recuerdo:
Como si la Luna
y la Loba hubieran olvidado los designios
como si en fila
los ciruelos en flor esperando por el hacha.
Inútil, porque
los ruidos aún si bien musicados
no cambian el
asunto.
En los bastidores
Solo, como buscando una ventana o trizadura
donde el 10
permanezca incierto,
acarreando una
sombra que pesa y ancla
y royendo como
el desatino del mercado
y hurgado desde
lo íntimo del alma
y una carta que
salta los abismos
desde los juegos
Diana al cerro Santa:
en la explanada
segunda no recuerda
tanto una que gustara
tanto el manoseo
y tan bella que
era, como ángel caído,
donde el tiempo
atiborrado y de sorna
donde aún
aquello no predicho
como sabiduría
antes del soborno
Como Ezra y esos
dos al unísono del pájaro
con su pájara
dale que dale
en el canto de
la noche al alba
aun no
mancillada las pruebas
de jefes o
hermanos en la desgracia
o de amigos con
las espaldas clavadas
desconocidos| en
perfecto atraque
y una vela o
seis rosas calvas y 7 premoniciones
cuando sabemos
que la mesa
y el dado o
del colgado la carta
y
la cama que acostumbra
pero no sin
elección ya posible
ya no existen
las costumbres familiares
y el buey como
becerro de cristal
o un consejo que
reparta las monedas
y
la parva de sangre
yacen
definitivamente y abiertos en la sombra
sus tripas
descubiertas
salpicadas de
oro y levadura.
Los éxodos
Por el desierto y pretendido / antiguas miradas familiares
cargadas de
ciruelos, como bayonetas y usadas,
hacia el tiempo
de la duda
o la espera promesas
incumplidas
el día que se pierde /
en otro interminable
la noche despliega
su olor de /
/(podridos
viajes hacia la nada)
cuando ya no más
cartas, ni recuerdos
mientras
sucesiones de tecnicolor hipnotizado
funcionan hasta
que ángeles marcan territorios
de guerra
y aprovechan
ajenas y tías solícitas a ver el resplandor
del solitario
segundos antes
del colapsar en la trastienda la noche siguiente
a otra muerte
cotidiana:
donde las valías
permanentes pudieran ser
reafirmos: y no
celajan: porque no hay carencias casuales
donde justificar
una ternura marchita:
Esos deberes
necesarios: ese eterno retorno del inicio de la vida
reblandecidos de
miedo pudieran considerar cual destino
superior de
irracionales: el gimnasio de celajes en la playa
cuando la noche
se hace más oscura: aquello
que si cierto para
la familia felina no para una gata
solitaria,
promiscua u hogareña
da lo mismo el
espejo al que te allegues
aunque haya
prometido encarnar tu cuidado y sus garras esmere.
Y desapareces, y
aunque la veas, ya no hay tierra
al otro lado del
arroyo: su mito permanece; tú te agusanas.
Las rutinas del cantar
¿Dónde estabas
sino refocilando y con las noches tapadas
y los jeanes
abiertos
que estuviste
desde antes la entrada y la locura?
También y vio, las mejores y torpezas
la generación, buscaban
no excusas ni dispuestos,
la resaca
ingenua y cocinadas, antes del tiempo como
posterior al
malestar y los huiros acosados de pulgas altaneras
o el miedo
vengativo después del golpe
a los ciruelos
sus ropas
blancas, bajo aquella luz, resplandecían
como el
crucifijo de la infancia
esa bakelita
salvadora y movediza al compás de los miedos
celestes,
maravillosamente celestes
o simplemente
cortadas para siempre las habladurías del desastre
porque un tren
choca con un árbol
y ya no sabe
o la sombra
resaltante se posa en la silla predispuesta
con sus bellos
esqueletos verde olivo
o un mulo terco
navega en volantín
y sus ojos, la
visión de certidumbre
y sus labios el
sabor del sacrificio
y su piel los
de una mulata
o rastro o
codicia o frustración
a medida que una guante
o portaligas
a una derramados
en la dicha
caían como
atrapes y cerrojos
y la sombra
ardía más contraste / y los celestes
huían esparcidos
en el tablado del recuerdo
y vergas negras
o más bien como vacías
porque la
potencia en cuestión / del alma extrayendo
medallas de
tanta valentía, / prendas intencionales prendas /
como si las
boinas adquirieran derechos de primogenitura
/ y saboreando
grados de alta notación
las generalas,
aún ellas en sorpresas, forniquen capitanías
promoviendo
noches de pura inteligencia
repetidas noches
del color del crucifijo
/ interceptando
las búsquedas dirigiendo los encuentros /
matinales donde
los inicios quedarían truncos
aunque conscriptos
cuiden los closets y la llegada del placer
o permean /
hacia atardeceres /
ocultando las
joyas / los rezos obnubilados, así puedan:
llegar justos en
el momento cumbre al comienzo
de los ritos:
cayendo una por una
amnistiarlos en
sus botas de gala
cocteles que ya
nadie olvida ni recuerda
refulgiendo
celestemente / atrapando las miradas /
“Sí mi capitán.
Mi general informó que no aparece”:
letanías torpes
los juramentos caducan los deberes
entre la osadía
y la prudencia esas curvas por el aire
pero aun
relumbran los huesos esparcidos
aún como
refulgiendo los recuerdos
que ni mil años
podrán dudar ni contener
porque los
ciruelos no florecen
ni apaciguar, ni
dar por transformados en cenizas pálidas
ante el ataque
de termitas al signamiento de las hojas
al olvido de las
prendas
cuando no queda
ya nada más por desvestir
o mancillar o
dar exterminado o decir nada.
Y entonces tanto que su íntimo
aquél que conoció
de los intentos
también propuso
abrir sus piernas
que ocurrió poco
antes de la angustia
permanente
cuando después y catatónico
vio la locura
también las destruía:
O: Si tú
hubieras existido
la venganza no hubiera
llevado sus
palabras:
O: Las dudosas acciones
tal vez
las “no hubieran”,
y las sonrisas
y los jazmines,
en el recuerdo de la infancia.
El ángel caído
Cuando las
carnes radioactivas aun
aún desprendían
de los huesos espaciados
médulas sin
sonidos
cuando ancianas
y niños / y mujeres y viejos,
del color del
azafrán
rescatan, en
estroncio, y leucemia, / y cenizas / su cobalto,
la enajenación
de los líderes:
el paraíso de la
memoria en añicos
nombrando lo que
existe sólo en la caverna de los sueños
al paso del
samurai divino,
cuando el nuevo
ángel rubio y demócrata
lleno de
argucias en la prueba como si jugara en la bolsa
sepultó, demostraciones
medulares,
en llamas las
camisas / evaporando las bragas
de acero el
viraje hacia el oriente radioactivo
graciosamente
enunciando su atracción por Roma
en su momento de
triunfo y decadencia.
1/2 millón de evaporados y 2 silencios:
y ya no más
sostenes o kimonos
cuando las
hilachas catatónicas aún
aun descuelgan
de los huesos implorando el agua
esa agua que más
tarde
bajo forma llegaría
/ de coca cola llegaría
y sed renovada y
crisantemos para un mercado de anime
sediento del
olvido. Y tú que lees, si escribieras: no te
cuides, mira que
si lo haces podrías amanecer con sombras
y vacíos.
El ángel chamuscado: su tiempo
¿Entonces podrías sabido haber
que el tiempo
fue marcado por el hongo
con nadie en
medio de esa nube salvo el hombre
o más bien uno
como hombre
si recién Macchu
Picchu
gotea
en tinta
de cumbres y
palabras
recién hunde el
signo en busca de no sé qué
y encuentra el
frío y el viento y la sombra
y el trueno y la
lluvia
y asoma la nueva
comprensión ya casi
centenaria de
ese como hombre y se apaga;
si la cruz
retorcida, ya no hiede y suicidado
en el consejo, desdibuja
su zuástica, por los siglos de los siglos?
Si el lugar del
caldero y la tortura vengativa
existieran del
lado del túnel de las luces y las
sombras: Allí
estás volándote los sesos
una y otra vez en
cada segundo
hasta la
consumación de los horrores.
Y aunque no
exista, ni siquiera en algo como aquí:
Ni olvido, ni
perdón. Y fueron perseguidos.
En algo como
allá: olvidados poco a poco
porque el horror
diluye la consciencia.
Cómo podrías haber sabido quel Caudillo sopesaba
sangre y de poetas sopesaba:
“Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso”[1]
sopesaba?
pero sus manos
no tiemblan al forzar la vida
según él mismo
declara, a la hora de los postres?
La hora de los
postres.
Todo es sonrisas
a la hora de los postres.
Nos sentimos tan
bien a la hora de los postres:
cuando brillan
los huesos, y hay piedras como palabras
y las gargantas
se hacen pájaros:
Ustedes, ustedes
organizados, como mushrooms organizados,
ustedes del
apoyo desde la telaraña, y en su oro,
ustedes: disciplinas
como carne de cañón,
ustedes que saben
eliminar, como sabandijas,
¿por qué no lo
hacen? sanguinarios creyentes,
no podemos, milenaristas
mesiánicos, ni sabemos
¿qué esperan? cobardillos
en la hora de la prueba,
y estas
frutillas tan pero tan muy visiones de la dicha
las recogimos
nosotros mismos
¿por qué no lo
eliminan? como sabandija,
aquí en el norte
del silencio los ingleses un destino
nadie vigila, y todos
pagan
pick & pay que
le dicen
ustedes los culpables,
como nuestro rescate.
En la infancia
junto a la
estética de azucenas sensitivas y lirios visionarios
cuida su Madre y
Patria
Caudillo y
Pastor del Cordero Degollado y
así católico y
conservante desde
el día del
bautismo, como el general
más joven que
traicione.
Ah, los
Cardenales sensitivos.
Ah, los hombres
de rojo y de morado.
Ah, los pastores
de brisas.
Oh traidor, ya sospechas tu viraje
informan en
llegandas de hermanas
o el
departamento de colonias
que se mueven y
al oeste
y en la casa no
eres más que loro
y armado de
garras y de pico, y radical,
cacatúa vieja y
amiguista,
pero entonces
habrías de saber que la patria
o esas palabras
aladas también sería persiguiente?
¿Habrías de saber el tiempo de paz mediocre
que ante rima
las gloriosas
guerras que travestis proclaman
honorables?
Con 35 años de adelanto
bajo el signo de
la máquina de teclas?
Cuando la computadora
atraviesa en sordina
por su tiempo de crisálida.
En el siglo de
los escarmientos en masa
y su
contabilidad por medios electrónicos
cuando Lucila
confirma el
descenso a las
alturas y la tierra
no se da, ni de
aludida, por su falta de sangre
o anuencia a
jerarquías como dijo el Presidente:
es que esa mujer
no quiere a su tierra para nada.
Si tú hubieras existido la torpeza
no se hubiera llevado
las palabras.
El ángel de la pata coja
En el marco de cúpula irreal de resolana
y mar
despedazado y en gotas
rumbo
a más
definitivos contratiempos
inmóvil
mientras su
sueño cruza
sus letras en la
niebla murieron
sepultadas en un
tiempo demorado.
Oh, lúcida, conciencia
si trataras de ordenar lo que obscurece
mentirías:
no hay orden en lo casual de la amargura
no hay intento como si pidiendo el martirio
ni concierto en el desatino de la sangre.
Nada
responde de nada.
El orden es ficción de nuestra mente.
El orden es tributo de conciencia y reposo y duda.
Solo el tiempo y el espacio son ajenos y se ríen.
Tu anuencia es reo del desorden
provoca donde su ineludible conocer
donde desastres en que fuimos sumergidos,
lo cotidiano ya no los lirios ni las rosas
según la perspectiva donde las fresias se ordenan
y adoptemos la sombra de plátanos orientales.
Por eso el Centro en secreto aplaude los terrores.
Y a qué rezar. ¿alguien escucha?
¿Quién devolverá los millones y millones?
La emoción de este poco y lúcido pensamiento
ha causado tal cefalea de agrado
que vuelve lo inmediato, para escapar ese destino.
¿Y a quién le importa si fueron inocentes,
o no,
los degollados?
¿Si aquí nunca pasa nada!
¿Quién condena?
¿Dónde están los puños en alto?
El ángel cansado
Llegando a la ciudad sabia 30 años después
de la costumbre te recuerda en la misa
o pasión de esa calma aparente en
los muros de
esas notas con tus tres cortesías
pezones sabios, contribuciones
y rubias menudencias, llamados
o también boldos extranjeros en el desquicio
y serán duras calmas tercas o sucios tornados
brillantes que
no puede retener, ni recuperar
porque eres
ajena y cansancio.
Sabe cuadernos donde acumulándose
notas con leones
domesticados
alcanzados por
la venganza
y desaparecieron
para siempre:
turistas
perdidos que preguntan
la dirección de
tu pelo o el rito del oporto
que de un jerez
a otro jerez lo casa y lo divorcia:
o la escalera
del príncipe holgado
en choque a la
carrera en la Escuela Campana
o la despedida
que organizas
para huirte,
para rodar, para retener
ese olor entre
tus piernas como postales
usadas en el
casillero o como nieve en las conferencias
del Simón
Bolívar Profesor y su sobrino de miedo.
Cuando el sentido no esparce
o viene el
recuerdo de acetato enceguecido
de correspondencias
que se queman o imágenes autónomas
y luces, que
más adelante en la plataforma
ruidos, en
el ambiente de cristales
olores, como
de mirra, como de cielo,
y la mano
escarba palabras
que quisiera, o
tal vez pavos reales,
pértigas, como
para impulsar la vida o
río, para
que nada sea igual
donde los
inexistentes rieles, el barco recién
provocado, en
setos geométricos desleales
o conversaciones
intencionalmente eróticas
en la memoria, donde
puedas desaparecer
en el puente, ancho
y ajeno
y en el humo ácido. a
cenizas esparcidas.
Tus urgencias,
esas explicaciones de facilidades luteranas
y el futuro hacia
el cuarto donde ni tú ni él
para nunca o el
pasto rodeado de servicios y floridos
con tus manos
aladas, ropas que caen, espejos
que cayeron,
palabras que caerán:
Ya no es quien hubo, ni conversa con fotos
o palabras, ni a
la mesa va, ni entiende lo que dicen
porque ve bicicletas
en cuartos que vienen
recuperaciones
sin ningún objetivo, paralelos
al take away en
china, donde ocurre esa misa o pasión
en mayor con
rayos rondando por gimnasios,
y campanillas o
sobornos, y senos italianos,
hospitales, donde
lo sano confundir
boleros, como
el recurso a la bohemia
atados a parrillas, y
el rock del 50
donde la belga,
en sillines de arduos para su
ingreso al cielo
a la capa mexicana perdida para
donde o mande y
diga y sardinas y bell campana en
inglés de
escuela donde él lo sabrá y tú dices.
Cuando el sudor
perpetrado en ruedas, sonidos,
sostenes de
crema, cuadros que expondrán
en la mesa de
regreso: Persisten
volviendo a ese
mismo cuarto, a esas mismas
palabras, a tu
olor rubio de sexo inacabante,
a esas notas que
hubo recordado cuando tú,
todo lo demás,
olvidó para entonces, a donde
no pudieron
llegar, ni tú querías, pues, si fuera
cierto que hay
un país extenso en el cielo,
de algún modo tú
encontraste su lenguaje.
Y sigue
desterrando en la memoria,
de 10 en 10
años, los libros cerrados,
destruidos o
perdidos, tus piernas en actitud
de enlace,
porque el desastrado inglés que fue
vuestro común
sólo comprendía tus medias,
tus muslos, tu
suéter, tu cadena, pero no ya
tu piel, tus
cartas, tu cuarto, pero no el tiempo,
no tu llegada,
ni regresaste, ni supiste,
o las palabras
que pretendieron, pero tu centro
ya era extraño.
Solo encontró
sexo, ese cuadro de intento,
con desosiego
permanente, sin libros, ni espejos,
o cartas, pero
sí tal vez y caminando.
Ya no importa
ya no importa
nada
ni hoy ni mañana
pero tal vez en
700
aprenderán
y será distinto.
Sí, ya no importa, ni la catástrofe del once
/ni la Alejandra desaparecida
ni la catástrofe
del no
/ni aquellos
idos antes de dar preguntas
ni la catástrofe
de la Constitución
/ni los mil y
tantos vividos bajo el manto del cordero
ni la catástrofe
del general asesino en la cárcel
/ni los
asesinatos del ángel rubio y travestido
ni ninguna de
todas esas pequeñas catástrofes
innumerables
y esparcidas
según los opuestos
porque tú no
estás
ni llegarás
nunca,
Tú, el mayor
cansancio
porque, oh
exiliado, huyente, repetirás
tus partidas en
cada una de las llegadas
porque el exilio
es un viaje permanente
a ninguna parte
y el tuyo es como
grito roto
o espejo de olor
a sexo
a take away
fortuito
a mariguana de
hambre
pero tal vez y
un día
si aprendieras
ese idioma
que tú
aprendiste
o hasta nunca,
o en 700.
Tal vez.
Quién sabe? En
700?
(Así no será ni
aunque lo escribas)
Pero vendrán
tiempos mejores.
El ángel Epílogo
Si en 700 / el
oculto aún con fuerzas
y para nada
cansado
ni siente la
falta de astucia en los opuestos
y no le parece
que el piso aserruchen como
termitas purpuradas
masticando el poder
y la riqueza y
el sexo
y ya no más /
máquinas de torturación masiva
engaño del
origen
y un mercado
desaparecido
entonces allí
justo:
capaz que sea
sugerido:
no los signos dan
para tanto elástico?
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