lunes, 14 de noviembre de 2011

10 La página dominical: Exactamente: El momento de los Quiubos

                   
            III


El Fruto en la Semilla        







La Víspera

10

La página dominical

Exactamente:  El momento de los Quiubos







Siempre debe comenzarse por lo dado, aquello
externo a nuestros propios deseos o voluntades:
fuera de todo apariencia:
Las hualas le conocen, un viso y un espejo
al que nadie pregunta.
Esa certeza necesaria.
Los hualos saludan, grillos confidentes,
protuberancias en acecho, vivifican.
Inconmovibles en la tragedia, rientes en el drama
aceptantes de la muerte en la vida:
Te protegen los robles, no lo suficiente.

Cuando repasan sus húmedas cortezas en sombra
y tu cabellera de llamarada los envuelve en las alturas,
desde la muy noble y muy leal, de San Agustín,
donde las aguas titubeantes del Laja, o poco faltara
cuando el ritmo enceguece,
la Nueva Extremadura, hasta la Fértil Provincia,
el conocimiento de la tierra atrae permanencia,
cerca la citrola, ausente, o la renoleta, soñada,
aquello más allá de lo posible asegurando permanencia
siempre delante del rayo, levantado en la espera,
sus factorías de sol reconocen,
decretan altos de reposo amarillo,
titubeos de quieto café, brusco orgullo
reiterativo, pruebas inconclusas,
asombros de grises, sereno, húmedos en la incertidumbre;
alfombrando escombros de núbil rezagada.

El ruido baja de las cumbres, y si es que baja su retórica,
sale de las aguas la silueta, o se alza, la histeria y el nudo
concentran la atención y la espada en lo alto.
Porque lo aparente es parte de lo necesario
o los condenadores de la vida se saldrían con las suyas.

Saludan su danza de rojo al viento, / o miran para el lado,
la imagen de brasas, todos, o casi,
saben de la ronda, hasta los más lejanos confines
conocen esas sombras, titubeos,
esos grises húmedos,
el riente sonido, los senos trilobados, las arenas
espumosas,
y temores,
las toallitas.

Las estériles fuerzas positivas de la espera,
las relaciones del compás reusando en los contornos
esas faltas de movimiento
la estricta productividad del invierno por venir
la casi completa inmovilidad del no saber qué hacer
el inmenso bagaje en producción a la sombra de lo visto
relaciones que precisar como esperanzas
límites en los gritos que marcan estrictamente contra-dictorios:
contra, me dije, capaz que se revolucione todo
y habrá los mismos retrocesos, la misma esperanza que se agota.

Era el momento de la espera,
tal vez proveerían los dioses volantines y en la brisas
sombras grises disiparían como nubes,
la conjura de lo incierto porque los Hados paralizan.
Aún no llega el tiempo.
Aún no llega.
Aún pareciera que la esperanza fresca como lechuga.
Aún carreras por la Alameda Bernardo O´Higgins
idas a Maipú a dejar a la Paulina.

Vértigo que vas danzando, como ascua de palabras,
como hacia la siguiente primavera,
como producto del desconocimiento y la sorpresa
hacia la hora de la entrega cuando posible
descifrar a tiempo el acertijo, el conjunto de caracteres
no sagrados ni queridos,
hacia el tiempo del tiempo renovado,
y los tipos en cajas pre dispuestas, conjuntos de
esperanzas, hacia el curso de la tierra dudosa,
y el fru fru de las piernas y temores.

Virgen Sagrada, Prometida, Sangre Propicia,
él también ha venido.
Y alfombrar, y curtir, y estrellas.
Llenar de tinta y sacando la prueba con palmas y olivos, el sendero,
aunque ardido en otras y otras cosas.

Ahora solo falta el puñal.
Casi llega.
La mano que derrame.
Y tan oculta.
La orden del corte
que fulmine.

Como rayo en la pradera.

El día que ejecute.



         
                 

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