III
La Víspera
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La página dominical
Exactamente: El momento de los Quiubos
Siempre debe
comenzarse por lo dado, aquello
externo a
nuestros propios deseos o voluntades:
fuera de todo
apariencia:
Las hualas le
conocen, un viso y un espejo
al que nadie
pregunta.
Esa certeza necesaria.
Los hualos saludan,
grillos confidentes,
protuberancias
en acecho, vivifican.
Inconmovibles en la tragedia, rientes en el drama
aceptantes de la muerte en la vida:
Te protegen
los robles, no lo
suficiente.
Cuando repasan sus húmedas cortezas en sombra
y tu cabellera
de llamarada los envuelve en las alturas,
desde la muy
noble y muy leal, de San Agustín,
donde las aguas
titubeantes del Laja, o poco faltara
cuando el ritmo enceguece,
la Nueva
Extremadura, hasta la Fértil Provincia,
el conocimiento
de la tierra atrae permanencia,
cerca la citrola,
ausente, o la renoleta, soñada,
aquello más allá
de lo posible asegurando permanencia
siempre delante
del rayo, levantado en la espera,
sus factorías de
sol reconocen,
decretan altos
de reposo amarillo,
titubeos de
quieto café, brusco orgullo
reiterativo, pruebas
inconclusas,
asombros de grises,
sereno, húmedos en la incertidumbre;
alfombrando
escombros de núbil rezagada.
El ruido baja de
las cumbres, y si es que baja su retórica,
sale de las
aguas la silueta, o se alza, la histeria y el nudo
concentran la
atención y la espada en lo alto.
Porque lo
aparente es parte de lo necesario
o los
condenadores de la vida se saldrían con las suyas.
Saludan su danza
de rojo al viento, / o miran para el lado,
la imagen de
brasas, todos, o casi,
saben de la
ronda, hasta los más lejanos confines
conocen esas
sombras, titubeos,
esos grises
húmedos,
el riente sonido,
los senos trilobados, las arenas
espumosas,
y temores,
las toallitas.
Las estériles
fuerzas positivas de la espera,
las relaciones
del compás reusando en los contornos
esas faltas de
movimiento
la estricta productividad
del invierno por venir
la casi completa
inmovilidad del no saber qué hacer
el inmenso bagaje
en producción a la sombra de lo visto
relaciones que
precisar como esperanzas
límites en los
gritos que marcan estrictamente contra-dictorios:
contra, me
dije, capaz que se revolucione todo
y habrá los
mismos retrocesos, la misma esperanza que se agota.
Era el momento
de la espera,
tal vez proveerían
los dioses volantines y en la brisas
sombras grises
disiparían como nubes,
la conjura de lo
incierto porque los Hados paralizan.
Aún no llega el
tiempo.
Aún no llega.
Aún pareciera
que la esperanza fresca como lechuga.
Aún carreras por
la Alameda Bernardo O´Higgins
idas a Maipú a
dejar a la Paulina.
Vértigo que vas danzando, como ascua de palabras,
como hacia la siguiente primavera,
como producto del desconocimiento y la sorpresa
hacia la hora de la entrega cuando posible
descifrar a tiempo el acertijo, el conjunto de
caracteres
no sagrados ni queridos,
hacia el
tiempo del tiempo renovado,
y los tipos
en cajas pre dispuestas, conjuntos de
esperanzas, hacia
el curso de la tierra dudosa,
y el fru fru
de las piernas y temores.
Virgen Sagrada,
Prometida, Sangre Propicia,
él también ha
venido.
Y alfombrar, y
curtir, y estrellas.
Llenar de tinta
y sacando la prueba con palmas y olivos, el sendero,
aunque ardido
en otras y otras cosas.
Ahora solo falta
el puñal.
Casi llega.
La mano que
derrame.
Y tan oculta.
La orden del
corte
que fulmine.
Como rayo en la
pradera.
El día que
ejecute.
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